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La biblioteca de la Academia Nacional de Ciencias “Alzate”, antes Sociedad Científica Antonio Alzate, fue un espacio donde publicaciones propias y de diferentes autores, temas e instituciones convivieron no sólo con las personas que iban a consultarlos, sino también con objetos científicos, como mapas y ejemplares minerales. Rafael Aguilar y Santillán, uno de los fundadores de la Sociedad, fue el principal promotor y guardián de los tesoros de esta biblioteca, quien procu ponerla a disposición del público interesado en temas científicos, como el joven estudiante de ciencias que en esta entrada nos narra las circunstancias que lo llevaron a conocer su maravilloso acervo en 1931.

  • El 4 de octubre se funda la Sociedad Científica “Antonio Alzate” (SCAA).

  • La SCAA participa en la Exposición Universal de París.

  • Se instalaron en el edificio de la antigua universidad en la plaza del volador que compartieron con la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

  • En diciembre la SCAA organiza el Congreso Científico Mexicano. 

  • La Sociedad Científica Antonio Alzate se transforma en la Academia Nacional de Ciencias “Alzate” y se traslada a su nueva sede en Justo Sierra No. 19, lugar que compartió con la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE).

  • El acervo de la biblioteca de la SCAA fue entregado a la Universidad Nacional Autónoma de México.

  • La Academia de Investigación Científica se transforma en la Academia Mexicana de Ciencias.

El día que conocí a Rafael Aguilar y Santillán
y la biblioteca de la Academia Nacional
de Ciencias “Antonio 
Alzate

Conocí a Rafael Aguilar y Santillán en agosto de 1930. Yo comenzaba a estudiar ciencias en la Facultad de Filosofía y Letras, que en aquel entonces estaba vuelta cabeza abajo. La autonomía ganada un año antes por la Universidad Nacional de México había prendido muchos ánimos, por lo que mi maestro Sotero Prieto luchaba para fundar una escuela de fisicomatemáticas; lo que no se logró sino hasta 1934. 

Una tarde, cuando salía de la biblioteca del Palacio de Minería1, el maestro Prieto me vio un poco desesperado, puesto que no lograba resolver un problema de cálculo. Se acercó a mí y me preguntó por las razones de mi mal humor, después de una breve charla me preguntó:  

– ¿Usted no conoce el Edificio del Volador? 

La pregunta me pareció engañosa. ¡Todo el mundo conocía ese viejo y destartalado edificio construido en 1841 por Lorenzo de la Hidalga! Además, habíamos estudiado la otrora joya mercantil en una clase: una planta rectangular construida al sur del Palacio Nacional2, en la histórica plaza en la que se celebraba el ritual de los voladores, de ahí su nombre. Después de la conquista de Tenochtitlán, el solar perteneció a los descendientes de Cortés, quienes lo arrendaban al Ayuntamiento para que en su espacio se instalara un mercado 

Gente en el tianguis de la plaza “El Volador”, ca. 1905

Crédito: Secretaria de Cultura, INAH , SINAFO, Fototeca Nacional. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia

En un intento por evitar incendios en el improvisado tianguis, el presidente Santa Anna mandó la construcción de un inmueble en la plaza que desde 1837 pertenecía al gobierno de la ciudad. Manuel Rivera Cambas decía que, pese a la falta de limpieza y orden, el edificio satisfacía “a los principios científicos, en cuanto a la conveniencia y la economía, solidez, ventilación y comodidad”. 

– Conozco el mercado –respondí– en sus puestos he comprado libros, pero no creo encontrar uno que me ayude con mi problema. 

Además de los locales en los que se podían encontrar cualesquier tipos de telas, flores, especias y armas, era un excelente lugar para conseguir libros de segunda mano a precios adecuados para los bolsillos estudiantiles. En mi juventud, muchas veces encontré allí compañeros del antiguo barrio universitario que, al igual que yo, escarbaban en los estratos de manuales, diccionarios, folletos, revistas y libros hasta encontrar el que deseaba cada uno. 

El maestro Prieto miró su reloj, eran cuarto para las cuatro. Esbozó una sonrisa, exclamó “estamos justo a tiempo” y me invitó a seguirlo. Salimos de la Escuela de Ingenieros y me señaló el Palacio de Correos. 

– Antes, allá estaba el Hospital de Terceros, que albergaba la Escuela de Comercio y a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística3. 

En cuanto el maestro la mencionó, recordé que, por lo menos desde 1928 sus miembros se reunían en el tercer piso del edificio del Volador, quizás ahí podría encontrar obras que me ayudaran con mi problema. A tan distinguida agrupación, fundada en 1833, habían pertenecido hombres que en la facultad leíamos por sus contribuciones a la ciencia: el conde de la Cortina, Manuel Payno, Francisco Díaz Covarrubias, Enrique Olavarría y Ferrari y muchos otros que nunca acabaría de enunciar. 

Caminamos desde San Andrés hasta las rejas de la Catedral, cruzamos el Zócalo desde su esquina noroeste hacia la sureste. Conforme avanzábamos, vislumbramos la plaza del Volador al mismo tiempo que aumentaba el bullicio que emanaba de él. Entramos por la calle de Flamencos, subimos la escalera que llevaba al segundo piso del edificio y cuál fue mi sorpresa al ver que estábamos en la Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate”. 

Fachada de la plaza del volador por la calle de Flamencos

Crédito:  Manuel Rivera Cambas. (1880). México Pintoresco Artístico y Monumental

Por supuesto que la conocía, si alguien en México quería enterarse de los últimos descubrimientos científicos y de las investigaciones más serias en nuestro país leía sus Memorias y Revista que prácticamente podías encontrar en cualquier biblioteca. En sus actas de sesión solía leer sobre la recepción de nuevos cuadernillos y obras para su biblioteca, en su último informe dijeron que constaba de 90 mil volúmenes, pero nunca imaginé lo que ese número significaba sino hasta que estuve ahí. 

Nos recibió Rafael Aguilar y Santillán, quien se encontraba abriendo las puertas para recibir al público de 4 a 7 de la tarde. Era un hombre de mediana estatura, con nariz y orejas grandes, bigote poblado, coronilla calva y el pelo cano. Aunque su cuerpo reflejaba el paso de los años, mantenía la espalda recta y un aire de firmeza. Saludó a mi maestro con respeto y él le devolvió el gesto, después me miró a mí, sus ojos reflejaban cansancio e ilusión y prosiguió a mostrarme el tesoro bibliohemerográfico que protegía. 

Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

Crédito: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

La biblioteca se componía de tres salas amplias en donde el ruido disminuía notablemente, volviéndolo un espacio agradable para el estudio y la concentración. Las paredes estaban recubiertas por estantes de alrededor de tres metros de altura, todos albergaban obras, y como aquéllos no eran suficientes, las columnas centrales también estaban recubiertas de libreros a la medida. A la vista, el recinto tenía vitrinas en las que estaban expuestos ejemplares minerales y botánicos, las cornisas, columnas y los marcos de las puertas exhibían cartografía de la Secretaría de Fomento4 y planos antiguos y contemporáneos de la ciudad de México; entre todo, destacaban mapas y fotografías lunares, así como el atlas de Antonio García Cubas.

Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

Crédito: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el edificio del Volador

Crédito: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

Crédito: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

La sala de sesiones era aún más amplia, cabían casi 150 personas entre el auditorio y hasta 10 en el estrado. La compartían las dos sociedades científicas5 más importantes de nuestro país en aquel tiempo. Don Aguilar y Santillán me contó que la primera agrupación que fundó fue la Sociedad “Franklin” y, posteriormente, junto con Guillermo Beltrán y Puga, Daniel M. Vélez, Ricardo E. Cícero, Manuel Marroquín y Rivera y Agapito Solórzano y Solchaga fundaron en 1884 la Sociedad Científica “Antonio Alzate”6. 

Gracias al canje de sus Memorias y Revista lograron acopiar poco a poco un gran número de obras científicas de todo el mundo y después de haber sido acogidos por el Observatorio Meteorológico Central y la Biblioteca de Tacubaya, rentaron otros locales hasta que el 5 de julio de 1896 celebraron su primera sesión en este edificio. 

Mi problema de cálculo pasó a segundo plano, no sólo porque el acervo de la Biblioteca resguardaba la respuesta, sino también porque quedé anonadado con la maravilla en la que me encontraba. Fui de las últimas personas que pudo conocer ese recinto, ya que en Septiembre de 1930 la Academia Nacional Ciencias “Antonio Alzate” y su biblioteca se trasladaron al número 19 de la calle Justo Sierra. Además, hacia 1932 el gobierno decidió desocupar la plaza del Volador y tres años después ahí mismo inició la construcción de la sede de la Suprema Corte de Justicia. 

Rafael Aguilar y Santillán falleció en 1940 y, en su honor, la biblioteca pasó a llamarse como su principal promotor y guardián. En sus funciones como secretario perpetuo, fue reemplazado por Antonio Pompa y Pompa, quien continuó tan loable labor. Lo último que supe de esa colección de libros, revistas, cartografía, ejemplares e instrumentos científicos fue que hacia 1965 el acervo constaba de alrededor de 150 mil volúmenes, mismos que fueron entregados para resguardo a la Universidad Nacional Autónoma de México. 

Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

Crédito: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

Para saber más:

  • Azuela, Luz Fernanda. (1996). Tres sociedades científicas en el Porfiriato: Las disciplinas, las instituciones y el poder. México: Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, Universidad Tecnológica de Nezahualcóyotl, Instituto de Geografía-UNAM. 

  • Pérez, Miguel. (1902). “Documentos relativos al estado de la Sociedad Científica “Antonio Alzate” hasta el 30 de junio de 1902”, en Memorias y Revista de la Sociedad Científica “Antonio Alzate, tomo XIII, núm. 5-6, pp. 249-255. 

  • Rivera Cambas, Manuel. (1880). “Plaza del Volador”, en México Pintoresco Artístico y Monumental. México: Imprenta de la Reforma. pp. 144-156. Disponible en: http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080010868_C/1080010868_T1/1080010868_002.pdf  

  • Schroeder Cordero, Francisco Arturo. (1985). La Suprema Corte de Justicia, su tránsito y su destino. México: Suprema Corte de Justicia de la Nación, 155 p. ISBN: 968-6145-01-X pp. 36-39.

  • Victoria, José Guadalupe. (1991). “Noticias sobre la antigua plaza y mercado del Volador de la ciudad de México”. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 16(62): 69-91. Disponible en: http://dx.doi.org/10.22201/iie.18703062e.1991.62.1592 

Ubicación SCJN

Datos para el visitante

Suprema Corte de Justicia de la Nación. 
José María Pino Suárez no. 2, Centro Histórico de la Cdad. de México, Centro, Cuauhtémoc, 06065 Ciudad de México, CDMX
Donde se encuentra la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) estuvo localizada la Plaza del “Volador”. 

Ubicación SMGE

Datos para el visitante

Justo Sierra 19, Centro Histórico de la Cdad. de México, Centro, Cuauhtémoc, 06020 Ciudad de México, CDMX.
La Sociedad Científica Antonio Alzate compartió sede con la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE) en Justo Sierra 19 en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Horario de servicio de la SMGE: 

Lunes a viernes de 10:00 a 15:00 y de 16:30 a 20:00 hrs.

Autor

José Daniel Serrano Juárez

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Es licenciado y maestro en Historia por parte de la UNAM y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución. Trabajó en el proyecto de investigación “La dimensión espacial del conocimiento y de los fenómenos culturales del mundo contemporáneo” de la misma Facultad. Sus líneas de investigación son historia de la ciencia e historia de la geografía (siglos XIX y XX).

Galería de imágenes

  • Fachada de la plaza del volador por la calle de Flamencos 1881

    Crédito: Manuel Rivera Cambas. (1880). México Pintoresco Artístico y Monumental. México: Imprenta de la Reforma

  • Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el edificio del Volador

    Crédito: Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM

  • Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

    Crédito: Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM

  • Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

    Crédito: Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM

  • Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

    Crédito: Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM

  • Biblioteca de la Sociedad Científica Antonio Alzate en el centro histórico de la Ciudad de México

    Crédito: Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM

  • Gente en el tianguis de la plaza “El Volador”, ca. 1905

    Crédito: Secretaria de Cultura, INAH , SINAFO, Fototeca Nacional. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Fotógrafo: Charles Burlingame Waite.

    Información complementaria

    • El Palacio de Minería es un espacio que ha albergado diferentes proyectos educativos en México desde el siglo XVIII,  como el Real Seminario de Minas, visita su entrada para conocer más.

    • El Palacio Nacional fue sede de la Cátedra y el Jardín Botánico en la época del virreinato, visita su entrada para conocer más. 

    • Durante el gobierno de Valentín Gómez Farías se buscó obtener información estadística y mapas del territorio y los recursos de México con el fin de servir a la mejor administración y control del país. Por esta razón, en 1833 se fundó el Instituto Nacional de Geografía y Estadística con los objetivos de elaborar la Carta de la República y de levantar la estadística nacional. La guerra con Estados Unidos obligó a la transformación de este instituto y en 1839 se convirtió en la Comisión de Estadística Militar, brindando así información al gobierno para generar estrategias de defensa y ataque contra el país enemigo. Fue en 1851 cuando esta sociedad adquirió su nombre actual: Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE). La SMGE, como otras sociedades científicas de la época, contó con una publicación propia para difundir investigaciones de sus integrantes, así como estudios diversos. El Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística nos muestra la diversidad de temas de estudio de los integrantes de esta sociedad: botánica, geología, historia, arqueología, cartografía, etc. También, nos muestra los caminos por los que circuló, ya que, como era usual, se intercambió con otras sociedades científicas. Esta institución, que fue la primera sociedad científica con carácter geográfico en fundarse en América, logró navegar entre la inestabilidad política de México y sobrevivir hasta nuestros tiempos. 

    • Te invitamos a visitar la entrada de la Mapoteca “Manuel Orozco y Berra” para conocer acerca de la cartografía en México y la entrada del Museo Franz Mayer: colección catográfica, que nos habla acerca de la colección de mapas de este Museo

    • Otra sociedad científica del siglo XX fue la Sociedad Astronómica de México (SAM). Entre sus actividades la SAM instaló un Observatorio público, visita su entrada para conocer más acerca de este observatorio.

    • La Sociedad Científica Antonio Alzate fue fundada en 1884 y comenzó sus actividades en el Gabinete de Historia Natural de la Escuela Nacional Preparatoria. Se dividió en tres secciones: ciencias matemáticas, ciencias físicas y ciencias naturales. Cambio de sedes hasta que en 1896 se instaló en el Edificio del Volador. Al igual que otras sociedades, publicó su propia revista: Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate con el fin de difundir y promover, principalmente, los trabajos de científicos mexicanos. La Sociedad Científica Antonio Alzate creció y se consolidó durante el porfiriato debido a la alta participación de sus socios (en 1889 participó en la Exposición Universal de Paris, por ejemplo), así como a la decadencia de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. La Sociedad Científica Antonio Alzate continuó con sus actividades durante varios años, hasta que en1930 se transformó en la Academia Nacional de Ciencias “Alzate” y cambió de sede a Justo Sierra #19.  

    Otros lugares de interés